Luis es un niño de casi 8 años inteligente, inquieto, con una gran memoria visual y que no ha presentado mayores problemas en su desarrollo de aprendizaje en los cursos de parvulario. Es también muy observador, se relaciona bien con sus compañeros, aunque sus padres lo definen como un poco torpe en algunas actividades psicomotrices. Al inicio de Primaria, el niño muestra escaso interés por el dibujo, aunque no se observa un deterioro significativo en esta área. No obstante, al inicio de las primeras actividades de escritura, Luis muestra dificultades que se manifiestan con irregularidad en el trazo, aumento progresivo de la letra, problemas para situarse en las coordenadas espaciales (izquierda-derecha, arriba-abajo) por lo que sus líneas suelen seguir (si no hay una pauta) una progresión normalmente descendente. Puede observarse también que al escribir una determinada palabra la fragmenta en sílabas sueltas o, en otros casos, puede unir palabras que el niño sabe que se escriben por separado. Las faltas de ortografía son muy acusadas y una misma palabra puede ser escrita bien en un momento dado pero al repetirla más abajo lo hace mal.
El caso que describimos y las dificultades que observamos y que se fueron haciendo más evidentes a partir del ciclo de Primaria, que es cuando se inician los procesos de lectura y escritura, pueden hacernos pensar que el niño puede presentar un problema específico del aprendizaje que, independientemente de que le pongamos nombre o no, deberíamos empezar a tratar o trabajar con él. En caso contrario el niño puede empezar a frustrarse, a negarse a hacer determinadas tareas que sabe que le cuestan e incluso puede sentirse inferior a los demás y desarrollar una baja autoestima. Actualmente Luis tiene un diagnóstico de Trastorno específico del aprendizaje con dificultades en la Expresión Escrita según los nuevos criterios diagnósticos del DSM-V.
Precaución con los diagnósticos tempranos:
Aunque con 5 o 6 años ya podemos detectar dificultades específicas en el trazo o la escritura de un niño, técnicamente no podemos hablar de un trastorno específico del aprendizaje hasta que el niño no tiene más de 7 años y cumple una serie de criterios diagnósticos que señalan los diferentes manuales de referencia (DSM-V u otros). La razón reside en que cada niño sigue su propio curso evolutivo y puede que presente áreas en las que, en un momento dado, esté por debajo de la media de los compañeros de su misma edad, pero posteriormente se iguale. No obstante, sí que deberíamos estar alerta ante estos síntomas y proporcionar al niño los recursos adecuados para mejorar en esa área.
2- Conozcamos algunos síntomas:
No tienen ningún problema de inteligencia general. Suelen ser niños listos, con gran memoria visual. En los ciclos de parvulario siguen un ritmo normal o avanzado en algunos aspectos.
Algunos de ellos, pero, pueden manifestar cierta impulsividad o déficit de atención, especialmente delante algunas tareas que requieren coordinación visomotriz.
En las pruebas de inteligencia (WPPSI en niños de 4 a 7 años) suelen presentar puntuaciones más bajas en Claves y Búsqueda de Símbolos.
Cierta torpeza motriz y mala lateralización.
No suelen gustarle las actividades con papel y lápiz (dibujo, primeras letras, etc.)
El lápiz lo cogen de forma muy rígida y se cansan pronto.
A partir del ciclo de Primaria suelen darse paralelamente, dificultades con la lectura y/o comprensión.
La escritura es irregular y puede variar en su forma de un día a otro. El niño puede hacerla mejor, si se esfuerza, pero necesita para ello mucho más tiempo.
No soporta los dictados ni hacer redacciones. De hecho, podemos observar que el niño es muy creativo en sus historias cuando las narra verbalmente, pero que luego pasadas al papel, se convierten en unas pocas frases simples que se repiten y no tienen la riqueza de matices y contenido que el niño es capaz de verbalizar.
Esto también afecta a los exámenes escritos de desarrollo. Aunque estudie mucho, difícilmente podrá crear una respuesta estructurada y acorde a lo que el niño sabe o ha estudiado. Ello significa que va a sacar una nota por debajo de lo esperado en este tipo de exámenes.
Las faltas de ortografía van a estar presentes siempre y es uno de los indicadores más evidentes de la presencia del problema. No es un problema de desconocimiento de las reglas ortográficas sino una consecuencia de su problema.
-Escribir y al mismo tiempo recordar el argumento.
-Escribir y dejar de hacer faltas de ortografía aunque tenga el texto delante.
-Organizar debidamente la información. No es un tema de estudiar más sino de saber organizar la información de otra manera.
-Estos problemas también van asociados a dificultades en la lectura y/o comprensión de textos (comprensión muy literal, dificultad para resumir, hacer esquemas, etc.)
-Todo ello suele generar un problema de baja autoestima y de sentimiento de incapacidad por lo que muchos niños se niegan a seguir estudiando ya que no ven recompensados sus esfuerzos.
3- Causas del trastorno expresión escrita (TEE):
Al igual que sucede con las otras formas del Trastorno específico del Aprendizaje, no hay una causa claramente identificada, si bien se acepta, a nivel neurológico, que los niños con este problema tendrían una menor activación de las áreas responsables del procesamiento de la lectura y escritura. Sí sabemos que estos trastornos presentan un alto componente genético y encontramos habitualmente en niños diagnosticados, padres que afirman haber tenido el mismo problema.
Observamos también que muchos niños con TEE tienen buenas habilidades con el dibujo, aunque no todos, y que no se observan en el Test de Bender dificultades significativas. Es decir, el problema se centra en el proceso de codificación y decodificación. Cuando escribimos, nuestro cerebro debe procesar antes una serie de sonidos para convertirlos en sílabas y palabras escritas y esto debe hacerse según unas reglas predeterminadas. A diferencia del dibujo, la escritura precisa de esa transformación y en los niños con TEE esa conversión es poco eficiente causando los problemas señalados.
4- Pautas y orientaciones:
Es habitual que muchos niños al inicio de Primaria presenten algún tipo de dificultad con la escritura y/o la lectura. Esto no quiere decir que ya tenga un trastorno del aprendizaje. A partir de los 7 años si observamos que la escritura sigue siendo deficiente en forma, tiempo o faltas de ortografía y ello le acarrea problemas significativos y persistentes en su aprendizaje sería aconsejable su evaluación por parte de un profesional.
Suelen ser niños muy inteligentes por lo que pronto aprenden a evitar o rechazar aquellas actividades (escritura, dictados, redacciones, etc.) que le cuestan. Ello suele acarrear muchas discusiones en el momento de hacer los deberes en casa. Son niños a los que podemos acusar de ser vagos, irresponsables u otros cuando en realidad hay un problema.
Lo ideal, independientemente de que le pongamos o no la etiqueta diagnóstica, es que podamos ayudarle lo antes posible. Para ello el primer paso es entender que no es un problema de capacidad intelectual sino de poca eficiencia en una serie de procesos específicos (escritura).
La solución no es que el niño haga interminables ejercicios de caligrafía. Lo fundamental es que aprenda a organizar la información de diferente forma. No es tan importante la buena letra (aunque debemos conseguir unos mínimos) sino el contenido. El niño debe saber que le cuesta escribir, por tanto, debe ser capaz de escribir menos explicar más cosas. La forma de hacerlo consiste fundamentalmente en enseñarle a hacer esquemas, resúmenes. Hemos dicho que pueden ser muy visuales así que una pizarra en la que exponga sus resúmenes le ayudará a retenerlos en su memoria visual.
Al hacer un examen de desarrollo o una redacción, el niño que tiene dificultades en la escritura, debería utilizar un borrador. La idea es: antes de contestar me organizo la información en base al esquema que he estudiado y luego ataco el papel. Esto evitará uno de los problemas más habituales como es el empezar a escribir y ya me he perdido.
Cuando hay mala lateralización desde pequeños aconsejamos actividades de juegos como los mándalas magnéticos, tangram y otros ejercicios para trabajar la coordinación visomotriz.
Sobre todo vigilar los aspectos emocionales y cómo pueden afectar al niño sus dificultades. La escritura es muy sensible al estado emocional del niño y un estado alterado tendrá su reflejo directo en una peor escritura.
Si el niño es diagnosticado por un profesional existen diferentes recursos (dependiendo de cada Comunidad Autónoma) para compensar sus dificultades. Algunas de estas medidas contemplan, según el caso: posibilidad de hacer exámenes importantes de forma alternativa (por ejemplo verbal), menor penalización en las faltas de ortografía, aplicación de un Plan Individualizado en el que se cambia la metodología de su aprendizaje, etc.
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