Los Hiperpadres: El reto de criar hijos perfectos
Si eres de los que cuando vas a buscar a tus hijos a la escuela lo primero que haces es cargar sus mochilas, o mientras esté en el parque le aguantas el bocadillo para que vayan haciendo mordiscos, o no dudas en acabarle o hacerle los deberes si dice estar cansado, es posible que te hayas apuntado al carro de la hiperpaternitad, un modelo de crianza exportado de Estados Unidos que convierte a los hijos en el centro más absoluto de la vida familiar.
1- Introducción
2- El fenómeno de la hiperpaternidad
3- Algunas características de los hiperpadres
4- Síntomas comunes de los hijos con hiperpadres
5- Orientaciones para evitar ser hiperpadres
1- Introducción
Diariamente en la consulta, nos encontramos con padres de niños que se muestran perplejos cuando les hacemos la pregunta de cuánto tiempo dedican a sus hijos para jugar o escuchar sus cosas en un día cualquiera. Muchos de ellos la única interacción, después del trabajo, es la supervisión de los deberes o el acompañamiento a las diferentes actividades extraescolares que llevan a cabo. Realmente no hay tiempo para jugar y además eso no se considera relevante en el trajín de un día normal, lleno de horarios y cosas a hacer.
Por si fuera poco, el hecho de sentarnos con ellos a hacer los deberes, que de entrada parece lógico y adecuado, puede convertirse en un “tiempo conflictivo” donde el niño hará lo imposible por escabullirse de los mismos, especialmente si tiene dificultades y los padres acabarán perdiendo los nervios. El resultado puede llegar a ser que pasamos poco tiempo con ellos y el que les dedicamos se convierte en un generador de tensión que acaba alterando la convivencia familiar.
Si además, los padres tienen la imperiosa necesidad de que sus hijos sean perfectos, obtengan los mejores resultados en la escuela u otras actividades y, para ello, son capaces de buscar los recursos o ayudas que sean necesarios, hasta el punto de hacer ellos los deberes o solucionarles cualquier problema y teniendo, muchas veces, la tendencia a pensar que los errores o limitaciones de sus hijos suelen ser consecuencia de terceras personas (malos maestros, escuelas poco preparadas, etc…), es muy probable que pertenezcan al grupo que denominamos: HIPERPADRES.
"Hoy, muchos padres sienten la presión de ser perfectos. Es un objetivo equivocado. Los chicos no necesitan padres perfectos, necesitan padres presentes. Conectados, pero no "hiperpadres". "La sobreprotección atenta contra el nivel de confianza de un chico", apunta Verónica de Andrés, autora, junto a su hija Florencia, de Confianza total para tus hijos (Editorial Planeta)
2- El fenómeno de la Hiperpaternidad
La primera persona en utilizar el término de hiperpadres fue la psicóloga estadounidense Madeline Levine. Esta psicóloga se dio cuenta que en una sociedad tan competitiva como la estadounidense, el hecho de educar hijos suponía también el reto de conseguir el éxito, el triunfo de los hijos y para ello había que buscar o generar todos los recursos disponibles.
Hace sólo unas décadas, los niños salían a jugar en la calle con los amigos, podían ir solos a la escuela a partir de una cierta edad y no tenían la mayor parte del tiempo extraescolar ocupado formándose para tener un futuro brillante y convertirse en un adulto triunfador.
Posteriormente, tras la incorporación al trabajo de los dos padres y extensas horas de trabajo, hemos asistido al fenómeno del niño “colocado”, donde los hijos son sistemáticamente ubicados o atendidos por otros familiares (abuelos, tíos o en también por cuidadores). Aquí lo que nos encontramos con demasiada frecuencia, es que los padres intentan compensar su falta de tiempo con regalos y premios de todo tipo. El final de todo ello es bien evidente (véase cómo crear un tirano en casa).
Pues bien, ahora con la hiperpaternidad algunos padres han colocado a los hijos en una vitrina, en un pedestal, para que no les pase nada y se les pueda proteger de todo, incluso de lo que no hay que protegerlos. La consecuencia de estos excesos son niños con poca autonomía, con baja tolerancia a la frustración y con muchos más miedos.
El caso de María:
Cuando era pequeña, María, que ahora tiene 47 años, iba caminando sola al colegio. Hoy, como madre de Inés, de 10 años; de Francisco y Julián, mellizos de seis, y de Pablo, de cuatro, pasa más horas en el coche que en su propia casa. Los lleva a clases, y después a fútbol, taekwondo y natación. También van a tenis y, algunos días, a clases de dibujo. Si puede, cuando alguno de sus hijos no quiere comer en la escuela lo busca para que puedan estar juntos los 45 minutos que dura la comida. "Todo está cronometrado. Desde hace dos años digo que voy a dedicar las mañanas a hacer algo para mí, pero no lo consigo. Me cuesta muchísimo encontrar ese espacio", dice.
Tal como sucede con muchos otros padres, María se convirtió en lo que los especialistas llamamos una "hipermadre". De tan presentes que están en la crianza, se transforman en una suerte de planificadores de la vida de sus hijos: les organizan la agenda, se convierten en sus choferes, se preocupan de que reciban una formación integral. Incluso, y no pocas veces, les hacen la tarea o les pintan a escondidas esa lámina de ciencia que tienen que entregar, con un único objetivo: que quede perfecta, quedando en un segundo plano sus propias necesidades.
Hay otros casos reales en los que la madre “rompía” literalmente parte de los deberes de su hijo (especialmente las redacciones) y se las hacia ella totalmente nuevas. Evidentemente el colegio siempre se imaginó lo que sucedía, pero nunca pudieron suspender al niño ese trabajo.
La periodista barcelonesa Eva Millet en su libro titulado Hiperpaternidad, nos habla de cómo se ha pasado de lo que ella denomina "modelo mueble" al "modelo altar", en el que desarrolla con detalle los diferentes aspectos de este fenómeno, en el que "los hijos se convierten en una especie de obsesión en la que invertir grandes cantidades de tiempo y de dinero". Millet está convencida de que ha llegado a este punto porque estamos en una sociedad "que pide que todo sea perfecto: la casa, el cuerpo, el coche y, ahora también, el niño, que se ha convertido en un símbolo de estatus ". Además, asegura la periodista, nos lo ponen fácil porque hay una oferta muy amplia de todo tipo de formaciones para llegar a conseguir el soñado hijo perfecto.
Una de las causas que se apunta en el origen de la hiperpaternidad es la inseguridad que sienten los padres a la hora de educar a los hijos: "Hay mucha información, tenemos menos hijos y los tenemos de más grandes, en un momento que seguramente somos más reflexivos, y esta inseguridad, a veces, nos hace volvernos un poco locos, con la mejor de las intenciones ". La autora, pone como ejemplo la oferta desmedida de gadgets de seguridad infantil que hay en el mercado, tales como colchones certificados por la asociación contra la muerte súbita infantil, aplicaciones de móvil para tener controladas las constantes vitales del niño o cascos homologados para cuando empieza a caminar ...
Más información: https://educa2.info/
3- Algunas características de los hiperpadres:
1 | La hiperpaternidad puede adoptar diferentes formas, pero siempre hay en común esa necesidad de proteger, supervisar y controlar que todo vaya según el plan previsto. |
2 | Gestionan la vida familiar como si fuera la organización de una empresa. Están presentes en cada detalle. Exigen de sus hijos lo mismo que la sociedad espera de ellos como padres: perfección. |
3 | Los hiperpadres llegan a hacer las mil y una para conseguir la escuela perfecta para su hijo. Son habituales los cambios, el cuestionamiento de los maestros, educadores, centros o incluso el sistema educativo. |
4 | Otra de las características de este modelo de crianza es la obsesión por la estimulación precoz: los niños deben destacar lo antes se pueda en competencias como la lectura, la escritura, el deporte o los idiomas. Una vez ya tienen la escuela ideal, los hiperpadres también necesitan saber todo lo que pasa dentro de las aulas, hasta el punto de querer interferir en la tarea educativa de los maestros, llegando a cuestionar sus métodos y/o aptitudes. |
5 | Los Hiperpadres hacen todo lo que ellos creen que un buen padre debería hacer. Llevarlos, traerlos, conseguirles plaza en los mejores colegios, que hagan un taller de arte con algún artista reconocido... Pero, contrariamente, no ejercen la función parental, es decir no son capaces de establecer el vínculo emocional adecuado. La relación se fundamenta más en lo material “el llegar a ser” que en el sentirme bien para “llegar a ser”. |
4- Síntomas comunes de hijos con hiperpadres
Por su parte los hijos con hiperpadres suelen manifestar una serie de características en su funcionamiento personal. Si bien cada persona es diferente y cada familia un mundo, destacamos algunas de ellas que en uno u otro grado sueln presentarse:
Baja tolerancia a la frustración: La culpa siempre es de los otros
Los hijos de los hiperpadres suelen tener una tolerancia muy baja a la frustración ya que los padres, con las mejores intenciones, siempre han intentado evitar en su hijo la frustración por no conseguir lo que quiere (ganar un partido, campeonato, ser el primero en algo).
Si sistemáticamente compensamos sus limitaciones con refuerzos externos o creando expectativas que no son reales, el niño no podrá aprender lo que supone saber perder y, a partir de aquí, generar recursos por él mismo para crecer y salir victorioso la próxima vez. Un niño con hiperpadres aprenderá que independientemente de su esfuerzo allí estarán sus padres para resolverlo todo. Por tanto, su capacidad de frustrarse, cuando no le salen las cosas, irá en aumento y siempre lo justificará culpabilizando a los otros de sus propios fracasos.
Algunos de estos niños pueden acabar transformándose en verdaderos “tiranos” en casa.
Poca autonomía
La sobreprotección a la que les someten los padres los hacen muy poco autónomos, como poca capacidad para la toma de decisiones. El niño/a con hiperpadres siempre ha tenido alguien que ha decidido par él o ella. No han tenido el aprendizaje fundamental de hacer y equivocarse por ellos mismos a pesar de tener unos padres que le puedan orientar en un momento dado.
Suelen tener más miedos
La sobreprotección conduce a la inseguridad y ésta es hermana del miedo. Los niños que han crecido entre algodones, que no se han tenido que enfrentar a ninguna dificultad porque sus padres les han resuelto todos los problemas y que, además, han visto que los padres los defendían ante cualquier situación son niños inseguros, con más miedos que nunca. Tienen miedo de decir que no, de decir que sí, de decidir, de la comida, de perder, los animales ... El miedo es una emoción básica, imprescindible para nuestra supervivencia, que nos paraliza o nos hace huir.
5- Orientaciones para evitar ser hiperpadres:
- La paradoja de la hiperpaternidad es que cuanto más perfecto buscas que sea tu hijo, más inseguro lo haces. Un chico/a que se tiene confianza tiene el "yo puedo" incorporado. Uno criado con hiperpadres tiene el "mis padres lo harán por mí" como norma. Eso es un atentado contra su autoestima.
- Por tanto, hay que fomentar el esfuerzo y la autonomía, como forma de alcanzar metas por parte de los hijos. El mejor aprendizaje suele ser aquel que se construye a partir de los propios errores. Los padres siempre deben estar ahí, pero nunca resolverlo todo en su nombre y bajo el temor que se sientan mal o que no se frustren. La vida está llena de frustraciones, debemos vacunarlos contra ello y por eso que reciban pequeñas dosis es imprescindible si queremos niños que se conviertan en adultos fuertes y felices.
- Hay una regla de oro para evitar caer en la sobreprotección: "no hacer por los hijos nada que ellos puedan hacer por sí mismos". Ayudarlos está bien, pero entrometerse en todos sus asuntos no. ¿Quiere ayudarlo? Pues entonces, no lo ayude siempre en todo. Antes de saltar a su rescate, pregúntese si eso es algo que él o ella puede hacer solo. Deje que primero lo intente él o ella. Si lo consigue será más fuerte y, en caso contrario, los padres siempre estarán ahí si es necesario.
- Ser padres es otra cosa que estar siempre vigilante, sobreprotegiendo y solucionándolo todo. Es establecer con el hijo un vínculo profundo, es asumir ser esa persona que le va a enseñar el mundo y que lo va a conducir a descubrir quién es. No por llenarlo de actividades el chico/a va a aprender. Al contrario, un niño/a que no tiene desarrollada su subjetividad seguramente tendrá problemas para aprender cosas nuevas y saber qué quiere ser y a dónde va.
- El vínculo emocional seguro es el que crea personas fuertes y esa es la base para todo crecimiento personal en niños. Crear un buen vínculo no tiene nada que ver con ningún tipo de aprendizaje, salvo el que se produce en una interacción saludable entre padres e hijos. Son espacios en los que se juega, se habla y se escucha más allá de los "deberes" y otras historias que la sociedad moderna nos impone.
- Hay que ejercer la paternidad de manera menos intensa para evitar que los chicos terminen frustrados por las grandes exigencias de sus padres.
- Enseñarles a afrontar sus miedos y no a evitarlos sistemáticamente. Eso es fundamental si queremos personas fuertes en un futuro.
- Hay que ejercer, por parte de los padres, lo que se denomina una saludable "desatención". Es decir, no anticipar posibles contratiempos y no perder los nervios ante cualquier malestar del niño. Muchos padres se anticipan y acaban viendo problemas o posibles "enfermedades" donde no los hay, en lugar de pequeños retos en los que los niños han de ir madurando con nuestra ayuda.
- Es imprescindible confiar más en los hijos, siempre en la medida que podamos. Esta es la mejor forma de transmitirles confianza en ellos mismos. Seamos capaces de darles pequeñas responsabilidades, aunque se equivoquen. Educar es también soltar a los hijos. Aunque a un bebé lo tengamos que proteger, también debemos dar herramientas a los niños para que hagan su camino.
- En familia es bueno compartir, preguntar, opinar y hacerles partícipes de algunas decisiones, pero siempre serán los padres los responsables de tomar las decisiones. Hay que establecer un equilibrio entre preguntar alguna cosa y no comentar nada. Si siempre se pide opinión y se cede a las demandas de los hijos nos condenamos a sus caprichos. Si siempre imponemos nuestras decisiones, aprenderán a no saber posicionarse. Por tanto, siempre deberíamos escuchar, en algunas ocasiones dejar opinar y siempre, como padres, saber tomar las decisiones oportunas.
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